En el húmedo ruido de la oscuridad
mírame con tus manos
como si mi piel fuera
tus anteojos.
Tocame con tus pechos
como si yo fuera la única
estufa dilatandose en invierno.
Visítame con tus manos como
si mi piel fuera tu orgasmo.
Saludame con tus uñas,
encendiendome los pelos de punta,
como faroles de carnaval.
Envuelveme en tus sabanas,
cómo se envuelven a los animales
rescatados de la fría, sucia, calle.
Resopla mi calor
con la pulposa carne de tus labios.
Empuja viento hacia mi espalda, quiero
que nuestro ser se vuelva hoguera.
Descubrime como la bíblica agua
que María Magdalena transformo
en vino como prueba de fé.
erradicame purificame
borrame respirame
moveme
escapame
como las escamas de un salmon contra
las corrientes de tus piernas,
y la marea de tus sabanas,
y el lunar en tu oreja izquierda.
Ascendamos
a un espacio que no es ni mío ni tuyo.
Toma, roba mi viento,
quedate con mi aire
hasta que me quede vacío
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